Ópera
La ópera nació en Italia a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Entre sus precedentes estaban los madrigales italianos de la época, a cuyas escenas con diálogos, pero sin acción teatral, se pondría música. Otros antecedentes eran los melodramas, ballets de cour, intermedios y otros espectáculos galantes y de salón propios del renacimiento. La ópera se desarrolló gracias a un grupo de músicos y estudiosos conocidos como la Camerata Fiorentina o di Bardi. La Camerata tenía dos objetivos: revivir el estilo musical del drama de la antigua Grecia y desarrollar una vía distinta al estilo sobrecargado del contrapunto propio de la música renacentista tardía. En especial, deseaban que los compositores prestaran más atención a los textos en los que basaban sus obras, adaptándolos de una manera sencilla para que la música pudiese reflejar en cada frase el significado del texto y no fuera opacado por el excesivo cargamento contrapuntístico. Estas características probablemente no eran comunes en la antigua música griega, pero la Camerata no disponía de una información detallada y suficiente sobre ese periodo musical (ni se dispone de ella hoy día).
La Camerata desarrolló un estilo de monodia denominado recitativo, cuyos contornos melódicos imitan las inflexiones y el ritmo natural del habla. La melodía era acompañada por el bajo continuo – interpretado, por ejemplo, en el clavicémbalo – y la apoyaba un instrumento melódico bajo. Dos de los miembros de la Camerata, Giulio Caccini y Jacopo Peri, llegaron a la conclusión de que la monodia se podía utilizar para los monólogos y diálogos de un drama escenificado.
La ópera se difundió rápidamente por toda Italia. El principal centro a mediados y finales del siglo XVII fue Venecia, seguido de Roma, donde por primera vez se hacía una clara diferenciación entre los estilos cantantes del aria (usados para reflejar las emociones) y el recitativo (que proviene de la monodia y se utiliza para presentar información y diálogos).
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